El Nindo, a diferencia del ninjitsu, no posee una antigüedad de 500, sino que se pierde en el primer sentimiento nacionalista nipón, como un arte de superación.
El nindo que sigue puro en esencia, a diferencia de otras disciplinas marciales, mantiene la eficacia en sus técnicas mediante la superación, donde la efectividad y la velocidad son su base de entrenamiento. Las artes marciales suelen en su mayoría repetir casi de forma inconciente un sistema que a veces suele ser obsoleto para estos tiempos, como si creyeran que sus maestros y fundadores estuviesen conformes por mantener sus formas feudales de combate. Los tiempos cambian, la historia cambia y las guerras no quedan excluidas de esta transformación, es por este motivo que el Nindo siempre ha mantenido una renovación dentro de su misma cultura y tradición, es decir que no nació de una necesidad histórica de lucha, conquista o independencia, sino que ya era un arte de estudio y practica silencioso, que comienza a dejar huella en la historia después de los sucesos bélicos que los involucraron.
“Si no hay intereses, el alma prefiere una derrota honrosa, antes de una victoria dudosa…”
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